Así es, pese a lo que creería la mayoría de las personas, hablar con nosotros mismos en voz alta es una buena señal después de todo.
Cuando somos niños es común ver que hablamos en voz alta o expresamos de manera oral todo aquello que pensamos, esta es una práctica esencial en esta etapa de la vida temprana y se conoce como «Habla Privada», luego al crecer el pensamiento se despega un poco del habla y ambas cosas van por aparte.
Teniendo claro el concepto del Habla Privada, nos daremos cuenta que en ciertas circunstancias de la vida solemos retomarla. Esta práctica se hace común en nuestra vida adulta en aquellas situaciones que no nos son familiares o que demandan mucha energía ya sea física o mental.
Uno de los principales beneficios que trae el Habla Privada en estos momentos de la vida, es aliviar la sensación de soledad que tenemos en aquella circunstancia, sin embargo, esto trae algo de fondo mucho más beneficioso y es de lo que hablaremos hoy.
Hablar a solas con uno mismo en situaciones de presión, provoca que los pensamientos se aclaren de una manera mucho más eficaz, lo que finalmente se convierte en decisiones mejor tomadas.
Si bien tenemos claro que el Habla Privada trae beneficios para las personas que suelen hacerlo, hay otras situaciones en las que en definitiva no es del todo bueno y debemos aprender a identificarlas. Una de ellas es por ejemplo cuando mencionamos frases como: “Debiste haberte dado cuenta antes de eso”, “Deberías haber hecho tal o cual cosa”, “Qué imbécil has sido” este tipo de frases negativas son mucho peores que el hecho de permanecer en silencio.
Otro de los casos en los cuales la Habla Privada no es del todo buena, se da cuando la persona que la practica suele tener conversaciones poco coherentes con voces en su cabeza, como puedes ver esto también es un habla privada pero en definitiva no es algo que sea sano puesto que en mayoría son conversaciones sin sentido de personas que tienen problemas mentales.