Por: José Manuel Vega, profesor del Centro de Innovación y Emprendimiento del Tec de Monterrey
Alguna vez leí la frase: “lo que deja de mejorar, deja de ser bueno”, expresión que tiene un sentido muy relevante para las organizaciones contemporáneas, las cuales no pueden permitirse el lujo de la pasividad mientras su entorno se encuentra en constante cambio.
Todos conocemos historias de empresas que demostrando una gestión acertada a lo largo del tiempo lograron la cúspide en su sector, para enseguida sufrir un desgaste en su actuar que les provocó desplomarse y en muchos casos desaparecer.
Sin excepción, esas situaciones desfavorables tuvieron su origen en ignorar el arte de la revitalización, que consiste en tomar acciones en diversos frentes con el objetivo de dotar de mayor fuerza y longevidad a una empresa:
1. Revitalización de la cultura corporativa
Consiste en hacer una revisión y actualización de los elementos sustanciales de una organización: desde los valores, misión e ideología, hasta la visión, concepto e imagen, de manera que mantengan su vigencia para encauzar el esfuerzo colectivo.
Ejemplos de buenas prácticas en este frente son la incorporación de aspectos relativos a cuestiones como la equidad, la inclusión, la transparencia, la sostenibilidad, etc., que desde hace varios años han cobrado cada vez mayor relevancia en la agenda empresarial.
2. Revitalización de la estrategia y la estructura
Los consumidores evolucionan, los competidores se incrementan, la tecnología se acelera, los mercados se transforman, los Gobiernos cambian, aparecen nuevas mega tendencias. Todo ello obliga a repensar y redefinir constantemente la estrategia empresarial.
Esa nueva manera de competir deberá estar alineada con la cultura corporativa e instrumentarse de inmediato, comenzando por el necesario ajuste de la estructura organizacional que garantice la exitosa puesta en marcha de la flamante estrategia.
3. Revitalización de los productos y servicios
La mejora continua en lo que se ofrece y se entrega a los consumidores probablemente sea el frente de revitalización más socorrido, lo cual está bien, pero no es suficiente, puesto que esta vía es gradual y difícilmente logrará alguna innovación disruptiva.
Por ejemplo, al analizar la línea del tiempo de casi cualquier producto, podemos identificar que más allá de las mejoras incrementales, llegan momentos en los que se presentan saltos exponenciales que dan origen a una verdadera evolución.
4. Revitalización de los procesos internos
Algo que sucede con frecuencia en las organizaciones es que sus diferentes procesos (mercadeo, operación, finanzas, personal, información, etc.) casi no cambian, lo que provoca que con el paso del tiempo se conviertan en un lastre para la empresa.
Los procesos internos deben verificarse con frecuencia de manera que no solo tengan la flexibilidad de reaccionar con celeridad a la mejora de los productos y servicios, sino que puedan ser agentes de transformación que generen ventajas competitivas.
5. Revitalización del liderazgo
La revitalización de los cuatro frentes anteriores es indispensable que ocurra de manera completa y armónica, sin pena de fracasar en el intento. Pero esto jamás pasará de forma espontánea, por lo que se requiere de un liderazgo a la altura de las circunstancias.
El gran reto es conformar un equipo de líderes que combinen las habilidades necesarias para conseguir las metas, pero también para encabezar la evolución permanente de todos los frentes de una empresa, es decir, que dominen el arte de la revitalización.